El Dr. Gonzalo Olivares, del Centro de Biología Integrativa, se encuentra desarrollando el proyecto junto al Dr. Felipe Court, director del CIB y el Dr. Esteban Calvo, director del Centro de Investigación en Sociedad y Salud, con el apoyo de Protolab. La idea es entender cuáles son las consecuencias de estresores en la infancia, sus consecuencias en la adultez y en etapas más tardías de la vida.
El investigador de la Escuela de Kinesiología y del Centro de Biología Integrativa (CIB) de la Universidad Mayor, Dr. Gonzalo Olivares, junto al director del CIB, Dr. Felipe Court y al director del Centro de Investigación en Sociedad y Salud (CISS), Dr. Esteban Calvo, decidieron usar la mosca de la fruta para validar si un modelo de trayectoria social es adecuado para explicar cuáles son las consecuencias del estrés durante la infancia y la adultez en la salud de los individuos.
Este modelo postula que el impacto del estrés en la infancia está mediado por estresores en el adulto, ofreciendo de esta manera una ventana para intervenir de manera exitosa y así prevenir o mejorar la salud o el desarrollo durante la adultez y en etapas tardías de la vida.
“En el CISS analizan datos humanos mediante modelos teóricos que proponen que los efectos de perturbaciones o estrés social en etapas de la infancia tienen consecuencias que se pueden evaluar con marcadores biológicos como el largo de los telómeros. Los telómeros son una región de los cromosomas que están en los extremos. Son secuencias de DNA que, a medida que las células se van multiplicando, se empiezan a acortar, siendo una representación biológica de la edad. Sin embargo, existe evidencia en que distintas condiciones estresantes o patológicas influyen en un acortamiento prematuro de estas regiones”, explica el Dr. Olivares.
¿Puede entonces este insecto explicar las consecuencias del bullying? Solo mide 3 milímetros de largo, pero Drosophila tiene ciertos comportamientos similares al ser humano: reacciona al aislamiento social, experimenta fenómenos de adicciones (tiene preferencia a ciertas drogas y estimulantes), tiene ciclos de sueño/vigilia, memoria y aprendizaje, regulación de ingesta y preferencia de alimentos y agresión.
Para este estudio los investigadores usaron moscas hiperagresivas “Bully”, aquellas que inician las peleas rápidamente y vuelven a atacar con mayor frecuencia y moscas normales (control) dentro de la etapa temprana en la vida de los insectos. Durante dos días las enfrentaron y dos semanas después evaluaron aspectos psicomotores, del sueño, actividad locomotora y sobrevida.
Así, encontraron que las moscas que habían sido enfrentadas a las agresivas tenían cambios en el comportamiento que son fundamentales: dormían menos y eran menos activas. “Se puede decir que tuvieron un comportamiento un poco depresivo o alguna disminución de su comportamiento habitual”, dice el Dr. Olivares.
Además, detectaron que sobreviven un poco más durante la última etapa de vida de la mosca. “Cuando ya ha muerto el 50% de los individuos, tenemos más moscas agredidas en ese periodo que las que no fueron agredidas. Podemos ver que cuando son estresadas tempranamente, adquieren una resiliencia a poder vivir un poco más”, dice el académico.
Ahora el equipo busca perturbar moscas durante la adultez y analizar sus comportamientos sociales. “Se creía que la mosca era individual, pero tiene ciertos comportamientos sociales como la agregación: tienden a estar agrupadas con una distancia equivalente a dos individuos o menos”, cuenta el científico. Para ello cuentan con el apoyo de Protolab, quienes elaboraron aparatos realizados con impresoras 3D para evaluar estos comportamientos de Drosophila.
“La gracia de este proyecto es la multidisciplinariedad que estamos logrando. Eso me tiene muy contento, porque es la primera vez que me aproximo a realizar un proyecto en conjunto con gente de las ciencias sociales”, destacó.